Reminiscencias

Mi lugar favorito en el mundo es ese hueco que se forma entre los brazos, ese espacio tibio en el que las noches son perecederas; no puedo dormir cuando llega -como dice Borges- esa hora elemental del día en que Dios no ha creado los colores; quizá lo más complicado de todo es intentar dormir con las reminiscencias de otra respiración.

Hasta hoy, son pocas las miradas que me llenan de vida, que me generan sensaciones bien precisas y exquisitas. De todas ellas, sólo el reflejo de tu mirada, esa que conocí hace tiempo, es capaz de devolverme un encantador sitio en este mundo. Creo que no te lo he dicho, pero ya sabes que hay veces que las palabras no me salen.

A ratitos me descubro husmeando en los recuerdos, me doy cuenta porque aparece esa extraña humedad en mis ojos que lo empaña todo. Mis recuerdos, que no son anhelos de momentos felices y dichosos, me echan en cara que estoy aquí, en parte, por haber pasado por esos infortunios.

Anoche  me quede tirada sobre el sillón rojo, leyendo las líneas del más reciente libro que se sumó a las filas de mis bienes más preciados, bebiendo de ese sabor amargo que compartimos tantas noches, inhalando del humo placebo que sirve para quemar las palabras que no he podido nombrar;  sin duda, no era Cortázar quien me evocaba tanta melancolía, ni el frío nocturno de finales de invierno que acertaba en resonar lo grande que puede llegar a ser un sitio cuando quien se encuentra en él, se siente tan diminuto.

Extrañaba tu mirada, esa que no ha logrado ponerse de acuerdo con tu boca, porque dicen cosas bien contrarias. Tus ojos desbordantes de tristeza y tu boca gritando furiosa. ¿Cuánto tiempo más habrá que permanecer para que las aguas encuentren su calma y sea posible mirar en el fondo del estanque? La paciencia no me habita, pero requiero su investida.

De cualquier manera, estoy aprendiendo a soltar y con ello me entero de a poquito que hay instantes que es mejor poseerlos por completo y no querer repetirlos nunca, porque justo ser efímeros es parte de su grandeza.


Tal vez, un día dejaré de rebozar mis desvelos en las páginas de Borges, en las turbulencias de las pasiones, en las soledades compartidas, en las historias mutiladas, en los sentimientos hechos a conveniencia,  en las escaramuzas furtivas, en las remembranzas de los días… no lo sé, uno no sabe realmente antes de tomar decisiones si éstas van a salvarnos o a condenarnos. 

Comentarios